jueves, 3 de octubre de 2013

CARTA DESDE EL CORAZÓN Cap.1



Cap. 1

Me llamo Diana, tengo…bueno que más da mi edad, y soy de ...tampoco importa. Lo único que importa es que la extraño.

Escribo esta carta, dándole un homenaje, al que ha sido el gran amor de mi vida.

Siempre estará en mi pensamiento, aunque la vida dé tantas vueltas que al final consiga estar con otra chica; pero ella jamás se irá de mi corazón. Se llevó mi alma con ella y sé que jamás volverá a ser mía o de nadie más, al igual que ella.

Todavía pienso en el día que comenzó nuestra relación y aún no me lo creo.

Fué en una discoteca y ella era una de mis amigas y para más INRI hetero.

Nos conocíamos desde hace años y ella sabía que yo era lesbiana.

Esa noche bailábamos en la pista, habíamos bebido unas copas de más, cuando empezó a mirarme de una forma diferente.

Yo creía que miraba a algún chico que había detrás de mí, hasta que ella me sacó de dudas y acercándose a mi oído, me susurró: "Te miro a ti".

De repente me sonrojé. Siempre me había gustado. Era todo lo que yo pedía en una mujer: inteligente, guapa y simpática, por lo menos para mí. Lo que más me gustaba, sobre todo, es que me hacía reír.

Siempre estuve enamorada de ella aunque sabía que con ella jamás podría haber una relación. Le gustaban los hombres y jamás vi ninguna insinuación por su parte.

Hasta esa noche.

Me quedé de piedra. No sabía cómo reaccionar pues siempre supuse que estar con una hetero era cosa imposible. Además del morbo que me daba "iniciarla", enseñarle a tocar a una mujer y que supiera el placer que podía obtener, era una de mis fantasías que jamás creí cumplir.

Después de acercarse a mi oído y oírle decir esas palabras, mis ojos no podían separarse de los suyos.

Me acerqué a su oído, había mucho ruido en la discoteca, y le susurre que es lo que había querido decir con eso.

Ella en vez de hablarme, me respondió con un suave beso en los labios.

Cada vez yo estaba más inquieta. ¿Ha bebido demasiado? ¿Realmente piensa lo que está haciendo?

Seguíamos bailando y cada vez se acercaba más a mí, hasta que cogió mi cintura y siguió besándome.

Ahí no pude controlarme más y la besé yo también, por fin probaba su boca, esos labios con los que tantas veces había soñado,

Fue el beso más dulce que he dado jamás. Cuando nos miramos, las dos ardíamos de deseo.

Aunque no quise seguir. Pensé que era debido al alcohol y quizá al día siguiente podría arrepentirse y no quería eso. Prefería tenerla como amiga mil veces a perderla. Era muy importante para mí.

Al día siguiente, la primera que llamó fué ella. Quería que quedáramos para comer y me invito a su casa.

Yo subía nerviosa las escaleras, hasta llegar a su puerta.

¿Se acordaría de algo? ¿Iría a reprocharme que me había aprovechado de ella? ¿De ese beso?

No quise pensar más, lo que fuera, sería.

Me abrió la puerta sonriente.

Y comenzó una conversación muy amena. Hizo que me olvidara de mis nervios.

Una vez terminada la comida, mientras le ayudaba a fregar los platos, me rodeó con sus brazos por la cintura susurrándome: ¿Crees que he olvidado lo que sucedió anoche?

Dejé el plato enseguida, y me di la vuelta.

Seguía sin poderlo creer. Ahí estaba Patricia sonriéndome.

Me aparté de ella, comenzaba a temblar ¿Yo? Si, no me lo podía creer. Estaba nerviosa porque una mujer se me estaba insinuando.

Ella me miraba con ojos pícaros.

Patricia ¿Tienes algún problema? Recuerdo que le dije.

Ella negaba con la cabeza y seguía acercándose más a mí.

Yo no paraba de separarla de mí, hasta que cansada me dijo que le gustaba, que no sabía cómo había sucedido, pero que sentía algo por mí, y que si a mí no me importaba, quería probar.
  
Ya no pude más y le confesé que siempre había estado enamorada de ella aunque por respeto jamás le había dicho nada.

Ella seguía hablándome, decía que siempre lo supo y ahora me miraba de manera distinta, que no la apartara de su vida, que si podía tener una oportunidad conmigo, sólo probar y si no funcionaba, pues que seguiría siendo mi amiga y mi paño de lágrimas, como siempre lo había sido.

Mi deseo se iba incrementando, sobre todo al ver sus ojos. Me miraba los labios, deseosa de besármelos.

Nos acercamos tímidamente y comenzamos a besarnos.

Un beso dulce, tierno, maravilloso.

Nuestras manos comenzaron a tener vida propia. La rodee entre mis brazos, sin dejar de besarnos. Ella me correspondía abrazándome también.

Mis manos recorrían toda su espalda, mis dedos se introdujeron en su cabello.

Me separé de ella, quería ver su cara y no, no estaba fingiendo. Sentía todas mis caricias. Su mirada lo decía todo.

Entonces se echó a reír. Perdona si soy un poco torpe, pero creo que me vas a tener que enseñar a tocarte. Quiero hacer el amor contigo.

Mi reacción fué ¿Y no crees que vas demasiado deprisa?

Ella sólo sonreía y empezó a besarme el cuello. Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo.

Yo seguía dándole un poco largas, no deseaba que se arrepintiese.

Además tenía un dilema en mi mente.

¿Estaba satisfaciendo una de mis fantasías sexuales con ella?

O, ¿Era ella quien tenía la curiosidad de saber que se sentía con una mujer?

1 comentario:

  1. se me habia olvidado este relato.... no lo tenia... me gusta.... un abrazo rompecostillas..

    Diana

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