jueves, 10 de octubre de 2013

CARTA DESDE EL CORAZÓN Cap. 2 FINAL



Cap. 2 FINAL

La separé de mí y le dije que se lo pensara fríamente, que podíamos hacernos daño y que por favor que no siguiera.



Ella me contestó que de acuerdo, que si eso era lo que quería yo, se lo pensaría.



Yo cogí mis cosas y me marché de su casa, tenía que poner orden en mis pensamientos.



Me quedé con un fuego en mi interior que deseaba apagar, la deseaba. Yo sabía que no me iba a arrepentir, pero sufría por ella.



A los 5 minutos tocaba a la puerta de su casa.



Le dije que si seguía en pie todo lo que había dicho y ella sólo se echó en mis brazos.



Ahí ya no hubo marcha atrás.



Nuestras bocas se buscaban desesperadamente, nuestros cuerpos se fundían en abrazos como si sólo quisieran ser uno.



Muy despacito, la fui llevando al dormitorio y la tumbé en la cama.



Mis dedos acariciaban su cara, sus labios, mis ojos y los suyos se encontraron, nos deseábamos.



Poco a poco comencé a bajarle la tiranta de la camiseta que llevaba, besando cada poro de su piel, ella se dejaba hacer.



Le quité la camiseta, sus pechos eran preciosos, aunque todavía no quise quitarle el sujetador. Seguí besando su cuerpo. Ella se estremecía y también me quito la camiseta.



Seguíamos abrazándonos, ninguna quería que el tiempo pasara y todo iba muy despacio.



Seguí bajando por su cintura, hasta quitarle el botón del pantalón y descubrir sus braguitas, las cuales besé. Seguí besando el interior de su pierna, hasta quitarle el pantalón.



La tenía ante mí en ropa interior, era tan hermosa.



Ella se pegaba todo lo que podía a mí, sedienta de mis caricias.



He hizo lo mismo que yo, seguía mis pasos, me dejó en ropa interior.



Se puso encima de mí, pegando su sexo al mío y comenzó a moverse lentamente, se mordía los labios, el deseo iba creciendo.



Yo me incorporé un poco, mordiéndole los pezones, hasta conseguir quitarle el sujetador que me estaba molestando.



Y saboree sus pechos, introduje su pezón en mi boca, y mi lengua no paraba de jugar con él.



Mis manos recorrían su cuerpo, hasta llegar a su sexo, estaba muy excitada y mojada.



Le estaba gustando y eso hacía que la deseara más y sintiera más placer.



La quité de encima de mí y la puse a un lado, nos quitamos mutuamente la poca ropa que nos quedaba, hasta quedar completamente desnudas.



Seguíamos besando, no apagábamos nuestra sed, mi boca dejó la suya para empezar un recorrido lento por todo su cuerpo.



Bajé por su cuello, su pecho, recreándome en cada trozo de su piel por el que pasaba mi lengua, su vientre, hasta llegar a su sexo.



Mi lengua se apoderó de él, al igual que mis dedos, los introducía lentamente, mientras saboreaba su néctar.



Ella me acariciaba el pelo, me pedía que no parase, gemía, sus gemidos eran cada vez más intensos hasta que la note que llegaba, se puso tensa, arqueó su espalda y tuvo su primer orgasmo con una mujer.



Me abracé a ella sintiendo como su corazón galopaba salvajemente. Su respiración todavía seguía entrecortada.



Pero ahí no paró, quería probarme, quería hacerme sentir ese placer que había sentido ella.



Y comenzó a besar todo mi cuerpo, a tocar mi sexo, yo estaba muy excitaba y sabía que no iba a tardar mucho en llegar, ella lo notó y entrelazó sus piernas a las mías, juntando nuestros sexos, comenzó un baile sensual, mientras nos besábamos y acariciábamos, hasta llegar al clímax las dos simultáneamente.



Nos abrazamos con una sonrisa en los labios y nos quedamos dormidas.



A partir de ese momento, siguieron muchos días de amor, y deseo, siempre queríamos más, estábamos sedientas, como si el tiempo se nos escapara de las manos y quisiéramos aprovecharlo al máximo.



La amaba con locura, tenía todo lo que podía esperar, todo lo que deseaba en esta vida.



Y ella había conseguido que me sintiera así.



La primera vez que me dijo "Te amo", mi corazón por poco se paraliza.



Nadie se enteró de nuestra relación ya que fue muy corta.



Sólo 3 meses.



Esa noche la esperaba en mi casa para cenar, me llamó al móvil, se le notaba muy contenta, quería decirme algo, aunque no pude sacarle nada, decía que me enteraría cuando llegara que era una sorpresa.



Sólo me dio un adelanto, me dijo que me amaba con locura.



A los 20 minutos de su llamada, en mi calle, sonó una ambulancia, me asomé a la ventana, lo único que veía era gente arremolinada a un cuerpo que yacía en el suelo.



Empecé a ponerme nerviosa. ¡ No ! ¿Que estaba pensando? Cada vez miraba más aterrada tras el cristal.



La llamé al móvil para relajarme y me contesto un hombre.



Me dijo que era médico, que Patricia, según su D.N.I., había sufrido un accidente y que si era familiar suyo.

  
Con lágrimas en los ojos y la voz entrecortada lo único que pude articular fue: "¿Desde que calle me llama?"



Era mi calle, bajé dando saltos, Patricia, Patricia, era lo único que salía de mi boca.



Al llegar, un sanitario no me dejó acercarme a ella, estaban reanimándola.



A mí me tuvieron que dar un tranquilizante, nadie me decía que le ocurría.



Hasta que al cabo de 10 minutos, el médico se acercó a mí y lo vi en sus ojos.



"Lo siento, no hemos podido hacer nada".



Patricia tuvo un infarto, algo poco común en una persona joven, pero fue fulminante.



Hoy estoy aquí en su tumba, abrazada a su lápida, derramando lágrimas de un dolor insoportable.



Aquí está enterrado su cuerpo y mi alma.



Esta carta es para ella, en cuanto termine de leerla la enterraré aquí junto a ella.



¿Yo? Mi cuerpo vive, aunque estoy muerta en vida. En mi interior no hay nada.



Espero que donde esté me espere.



Un día nos encontraremos y será para siempre



Nuestras almas se volverán a juntar y seremos solo una.



Nunca te olvidaré,



DIANA


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